domingo, 27 de octubre de 2013

Carta de un ave

Querido Simón: 
Esta semana hemos estado muy presentes. Creo que nuestros lazos se han unido mas. Solía no creer de nuevo en los amores lejanos, pero cada vez descubro nuevas cosas y nuevas opciones. En agosto uno te fuiste, ya han pasado casi dos meses. Los dos meses mas lentos del año. Hace tanto que no me decían que me amaban. Que no me decían que me necesitaban, que me querían ahí para no hacer nada, que a veces pienso que no existes. Pero eres real y yo soy real. Vivo una nueva adolescencia contigo, y no se trata de retroceder, sino mas bien de darme la oportunidad de vivir lo que se siente de nuevo amar a un hombre.
Este caso es real y ha tocado mi alma, Simón ha entrado en mi. Y no lo pienso dejar ir, es alguien que quiero en mi vida siempre, en el aquí y en al ahora. El mundo pasa y a veces solo eres alguien mas en la fiesta o en la calle. Pero no, esta vez no dejamos que sucediera así, que actuáramos sin sensatez. A veces amo la vida, amo mi vida y estos días la amo. Lejano Simón, a miles de kilómetros pero presente aquí y allá. En el alma. En mi comida y en mi razón. 
Bonita semana Simón Silente.
Buscando al mismo diablo, sin pisar su preciada cola

Viviendo mi propia profecía

Y, así es como llegué a este punto. Niño terremoto con la verdad. Terremoto con la verdad. Con la verdad.
Un leve giro, a unos meses atrás. Me encuentro en el vagón de otra cuidad, en otros cielos y en otras condiciones. El miedo me visita, sus manos tocan mis hombros. La profecía llega. Entra por mis oídos, y llegan a mis ojos, creando un leve humo entre mis pupilas. Suspiro.

Quién soy yo para juzgar el destino? Lo amo, pero lo odio. Simón, mantente enfocado, mantente fuerte, mantente fluido. Buscando la eterna balanza equilibrada, aquella tan soñada y vivida unas cuantas veces, pero de forma efímera y pasajera. ¿Quién soy yo para juzgar el destino?
De alguna manera, uno ya sabía como es que llegarían a aparecer los espejos del presente. La profecía fue así, regresaban los cielos de antes, pero el viento sería más frío, y mis pies estarían cansados. Mis interiores estarían preocupados por mi, y mis reflejos cobrarían un propio movimiento.

Estoy aquí, viviendo la misma visión que estuve viendo en varios transbordes, y la marea de esta playa es más profunda de lo que parecía. Quizá y sea por haber dudado de mi propio potencial, viviendo la profecía hecha carne y las consecuencias cayendo en mi, una a una.
Máscaras de felicidad, hasta ellas mismas se cansan. Las pastillas ayudan pero no se llevan con las manecillas. Niño, manténte enfocado, manténte fuerte! Esto es tan solo el cuello de la botella.
Niño terremoto con la verdad. Terremoto con la verdad. Con la verdad.

Y me pensaba a mi miso, es difícil hacer todo esto estando sólo, pero volteo y te encuentro a tí. Aquel cardenal me dio otra profecía, pedazo por pedazo, en donde la última frase de tal la terminaría yo. Por esto mismo te agradezco por haber bailado hasta el final. Ya después veremos quién realmente aprende de las alas del otro. Eso el tiempo lo dirá.

En ese momento el destino tropieza, y la profecía se vuelve promesa. Que mis sueños no tienen donde expirar, que sigo vivo y quiero estar mejor. Que mi espalda no tiene porqué cargar esos demonios, que mi cuerpo necesita un balance, y que durante estos tiempos de vientos fuertes uno tiene que trabajar hacia adentro.