Confesión del día: Durante varios años, me ha dado por grabar la voz de las personas. A veces sin que lo noten. Una especie de documentación de aquel presente pasado. Y al escuchar de nuevo y pensar que alguna de esas personas ya no me hable o ya no se encuentre viva, me deja un gran, gran silencio. No sé. Es curioso.
En el edificio donde vivo también viven un violinista y un trompetista Mariachi. Es lindo escucharlos practicar a esta hora.
Me llena de dicha saber que cuento con café ilimitado en la oficina. Sólo así puedo sobrevivir a este lunes somnoliento.
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