lunes, 26 de septiembre de 2016

la longevidad de mi ansiedad

Hace una semana que me siento soltero, sabiendo que llevo así más de un año. En mis pies encontré arena de mar, y costó un poco de trabajo lavar y sanar. Obvio en el sentido figurado. No hagan tanto caso, es pasada media noche y no puedo dormir.
Y es que las partidas siempre son difíciles para mi, trato o pretendo y hago el mayor esfuerzo de pensar que no me afecta, pero sí me afecta. Las despedidas nunca me gustaron. Bien digo que decir adió es crecer, pero ah, como es tentativo voltear atrás de vez en cuando.

Salud mental, eso no va muy bien. Agosto fue un mes lleno de "No's", y Septiembre fue todavía peor porque ni al "No" llegué a tener. Todo fue muy rápido, fugaz, borroso. Como un espejo humeante, en donde no me quedaban claro si las cosas iban bien o iban mal.

Tengo que arreglar muchas cosas, falta menos de una semana para mi cumpleaños. Tengo que arreglarme muchas cosas. Y a veces cuesta. A veces cansa.

todas las noches tengo que morir


memento mori

miércoles, 21 de septiembre de 2016

D O W N T O W N

No nos habíamos dado cuenta que el so había salido por mas de un par de horas. Estábamos caminando cerca del centro, y veíamos como las nubes se acercaban a la ciudad. Tu y yo ya no estábamos tan bien, y nos costaba mucho mirarnos a los ojos y contarnos intimidades. Aún así seguíamos durmiendo juntos.
Subiendo las escaleras, no te diste cuenta que había un gato acercándonos. Yo sí lo vi, pero no dije nada, no esperaba nada. Al darte cuenta de su presencia, gritaste muy fuerte y te asustaste de una manera muy, muy ridícula. No paré de reír en más de 5 minutos. Este gato rompió el hielo de nuestra tarde, y tú también comenzaste a reír. Fue muy chistoso, y sé que a la fecha ambos lo recordamos a la perfección. A las semanas, escapé de esa ciudad en dirección a Los Ángeles, y no nos volvimos a ver en un buen tiempo.

De los recuerdos más vivos que tengo contigo. Llevábamos varios meses saliendo, y casi casi ya vivía contigo en tu departamento. Me quedaba más cerca de todo, y me gustaba sentir por algunos días que vivía contigo.
Hacía calor, y desde que nos conocíamos yo traía barba larga, porque no sé, pensé que así yo te gustaba un poco más. Me veía más grande, y eso me gustaba. Pero esa tarde decidí rasurarme.
Nos quedamos en ver en el centro, si no me equivoco en la calle segunda, o tercera. Querías ir a San Diego y yo estaba un poco ocupado. Como siempre, yo llego a tiempo y te espero, pensando en cómo reaccionarías. Al llegar, pusiste tu sonrisa de oreja a oreja, y del tramo de la calle al momento en que entré al carro, no dejaste de verme, risueño, nervioso. Fue un momento muy lindo.

Llevaba rato que no veía a este chico. Desapareció por excusas tontas, y yo no me sentía del todo bien. Al mismo tiempo, estaba al pendiente de Liz, que vivía temporalmente en el hotel Virreyes, cerca de mi entonces departamento, en el centro histórico.
Me ofrecí para lavar su ropa, yo tenía lavadora en mi depa, ella no. Hacía frío y bajando las escaleras con la bolsa de ropa, me percato que está lloviendo. No era buena idea tomar el metro, porque seguro estaba llenísimo. Taxi, o un uber. No tengo pila, no tengo dinero.  Caminar será la única opción.
Puse la bolsa de ropa sucia (que era bastante grande) sobre mi cabeza, y comencé a caminar. Era evidante que esto no me ayudaba para terminar empapado, pero lo que sí ayudaba era la misma lluvia. Comencé a llorar y a lo que recuerdo no se diferenciaba de las gotas de lluvia que habían en mi cara. Hasta hoy aún tengo la incertidumbre de saber de dónde salieron aquellas lágrimas.